Se definen como una herramienta de apoyo diseñada para acompañar a personas en una situación de crisis, con el objetivo de reestablecer el equilibrio emocional y prevenir secuelas psicológicas.
Establece un contacto inicial de manera serena y sin invadir el espacio personal de la persona afectada. Explica amablemente quién eres y el motivo por el cual te has acercado.
Asegúrate de cubrir las necesidades básicas de la persona afectada para brindarle una sensación inmediata de seguridad y comodidad. Verifica que esté físicamente protegida, abrigada, y ofrécele agua o alimentos si los necesita.
Muchas personas afectadas pueden sentirse desbordadas emocionalmente o en estado de shock. Brinda apoyo emocional a través de palabras de calma y orientación que puedan estabilizar sus emociones.
Acércate con empatía para entender las necesidades inmediatas de la persona afectada, evitando interrogatorios. Pregunta si hay algo específico que necesite y cuáles son sus principales preocupaciones.
Es fundamental mantener una comunicación honesta y evitar prometer lo que no puedes cumplir. Expresa tu pesar por la situación sin ofrecer garantías que no estén en tus manos, ayudando a gestionar las expectativas de manera constructiva.
Proporciona ayuda e información práctica que facilite enfrentar las preocupaciones inmediatas. Esto puede incluir la posibilidad de conectarse con familiares u ofrecer asistencia en cuestiones urgentes.
Ayuda a la persona a asumir un rol activo en su recuperación proporcionándole estrategias para los primeros días después del evento y normalizando las reacciones psicológicas propias de la experiencia.
Antes de despedirte, asegúrate de vincular a la persona afectada con recursos de apoyo adicionales, como atención médica o contactos con agentes de seguridad, para que continúe recibiendo la ayuda que necesita.